TRES MONOS SON RESCATADOS Y TRASLADADOS A UN LUGAR MEJOR

Lunes 8 de Septiembre 2014

Quiero un mono mamá.

No se cuántas veces pude decir esta frase cuando era pequeña, la decía cuando era mi cumpleaños, mi santo… siempre decía lo mismo: “quiero un mono, mamá”. Incluso recuerdo haber llegado a pedirle a los reyes magos una cría de oso polar, que no pudieron traerme porque “en invierno los osos duermen y no es bueno despertarles”




     Por suerte, nunca me lo regalaron, ahora sería uno de los miles de animales exóticos que cada año hay que rescatar, no sólo de particulares sino también de núcleos zoológicos.
Pero desgraciadamente, no todo el mundo tiene dos dedos de frente y, cuando nos empeñamos en tener un animal exótico como mascota, no es difícil conseguirlo. Canarias, aún en el siglo XXI, sigue siendo una entrada fácil para el tráfico ilegal de animales exóticos a nuestro país

     ¿Se han parado alguna vez a pensar que pasa con estos animales una vez que los “dueños” se cansan de ellos? Los tenemos en casa como un hijo más, comen en la mesa con nosotros, les ponemos ropitas monas para que nuestros vecinos lo vean y, de pronto…. “Uy, vaya!!! Qué grande se ha hecho, ya no me apetece jugar con él porque me puede hacer daño, ya no lo puedo sacar a la calle……. Y ahora , qué hago con él?


     Pues lo más fácil es hacer una jaula a su medida y tenerlo ahí el resto de su vida, encerradito hasta que llegue a viejo y adiós. Algunos tienes suerte y consiguen ser rescatados y terminar sus días en algún centro de rescate, por lo menos, en compañía de otros de su especie.


      El rescate de animales exóticos no es fácil, por un lado, los centros están saturados y es muy difícil encontrar un sitio en condiciones que se quiera hacer cargo de ellos y, por otro lado, la Administración, en vez de facilitar la salida, lo que hace es ponerte tantas trabas, que muchas veces te dan ganas de tirar la toalla. Les voy a contar la historia de Dauda, Crisín y Dinde


     Los 3 vivían desde hace muchos años en un antiguo zoo en Tenerife, que al no poder exhibirlos los tenía ocultos al público y a la vida en general, su única visión del mundo exterior era una tela metálica verde.



      Dauda fue decomisado y llevado al parque hace más de 20 años. Toda este tiempo estuvo solo, sin compañía, salvo un par de años que otro Zoo de la isla se lo llevó para que hiciera compañía a un primate en edad avanzada. Cuando éste murió, como ya Dauda no “servía para nada”, lo devolvieron nuevamente al parque. Dauda es un macaco (macaca fascicularis), dulce, cariñoso, que necesita compañía. La mirada de Dauda desde que regresó a su cárcel particular estaba perdida, sólo quería que le dieras la mano y sentir el calor de otro primate
Dinde y Crispín ya nacieron entre rejas. Son hijos de totas (Chlorocebus aethiops sabeus) decomisados.


      A Crispín lo rechazó su madre nada más nacer y lo alimentaron con biberones, hasta que se hizo adulto y se le encerró en una jaula pequeña, sin luz natural, sin posibilidad de hacerle ningún tipo de enriquecimiento. Así estuvo 10 años de su vida. Cuando te veía, te daba su manita para que le pudieras acicalar, también él te cogía el brazo para poder hacértelo. 


     A Dinde la separaron de sus padres y la metieron con otros 3 totas, en una instalación húmeda, sin luz natural. Durante 5 años, sus 3 compañeros la atacaban, no la dejaban comer…. Así que decidieron encerrarla en otra jaula, sola, la única vista que tenía del exterior era un muro de cemento. 4 años estuvo así, una vez al día le “echaban” de comer y ya está. Dinde tenía miedo de todo y de todos, cada vez que veía a su cuidador se escondía muerta de miedo. Poco a poco y con mucha paciencia, nos hicimos buenas amigas.





     Dauda, Dinde y Crispín han tenido suerte. Este año han sido rescatados, se han ido los 3 para Asturias. Dauda y Crispín están juntos en la misma instalación, entre ellos es todo armonía. Les encantan las legumbres y la pasta. La fruta les apasionan, se pasan el día jugando en un ciruelo que hay dentro de la instalación.  Dinde está con Galindo, un macho de su misma especie. Al principio le costó adaptarse a su nuevo compañero, pero ahora está encantada con él y se pasan el día acicalándose.


     Cuando los dejé en el aeropuerto, Dauda sacó su manita por fuera del transportín y agarró fuertemente mi mano. Quiero pensar que me estaba agradeciendo lo que había hecho por ellos. 


Silvia Rivera

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